miércoles, 9 de marzo de 2011

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Las promesas hechas por el Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque son las siguientes:




1º A las almas consagradas a mi Corazón, les daré las gracias necesarias para su estado.

2º Daré paz a sus familias.

3º Las consolaré en todas sus aflicciones.

4º Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y principalmente en la hora de la muerte.

5º Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.

6º Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano de la misericordia.

7º Las almas tibias se harán fervorosas.

8º Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.

9º Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón se exponga y sea honrada.

10º Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones más empedernidos.

11º Las personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.

12º Margarita... –así le habló Jesús– Yo te prometo en el exceso de misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a aquellos que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos... la gracia de la Penitencia final; ellos no morirán en mi desgracia, ni sin recibir los Santos Sacramentos, siéndoles mi Corazón refugio seguro en aquella hora postrera.



LA CONSAGRACIÓN DIARIA AL SAGRADO CORAZÓN.

(Acto de Consagración que hizo de sí Santa Margarita María al Divino Corazón de Jesús)


  Yo, N. N., me dedico y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo; le entrego mi persona y mi vida, mis acciones, penas y sufrimientos, para no querer ya servirme de ninguna parte de mi ser sino para honrarle, amarle y glorificarle. Ésta es mi irrevocable voluntad: pertenecerle a Él enteramente y hacerlo todo por amor suyo, renunciando de todo mi corazón a cuanto pueda disgustarle.

Te tomo, pues, Corazón divino, como único objeto de mi amor, por protector de mi vida, seguridad de mi salvación, remedio de mi fragilidad y mi inconstancia, reparador de todas las faltas de mi vida, y mi asilo seguro en la hora de la muerte. Sé, pues, Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios Padre, y desvía de mí los rayos de su justa indignación. Corazón amorosísimo, en ti pongo toda mi confianza, porque, aun temiéndolo todo de mi flaqueza, todo lo espero de tu bondad. Consume, pues, en mí todo cuanto pueda disgustarte o resistirte. Imprímase tu amor tan profundamente en mi corazón, que no pueda olvidarte jamás, ni verme separado de ti. Te ruego encarecidamente, por tu bondad que mi nombre esté escrito en ti. Ya que quiero constituir toda mi dicha y toda mi gloria en vivir y morir llevando las cadenas de tu esclavitud. Así sea.



“Anuncia y haz saber al mundo entero que yo no pondré límites a mis beneficios cuando éstos me serán solicitados por mi Corazón”

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